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REFLEXIONES. Raja Shehadeh, el arte de la escritura política

La obra de ficción no literaria de Raja Shehadeh (Ramala, 1951) no ha dejado de aumentar desde que este palestino, abogado defensor de los Derechos Humanos, decidiera redirigir su energía del activismo a la escritura.  Tras la publicación de Strangers in the House en el año 2002, hasta la recientemente impresa Where the Line is Drawn: Crossing Boundaries in Occupied Palestine (2017), son ya diez los volúmenes en su haber –sin contar sus ensayos legales- que le han valido el reconocimiento internacional como uno de los autores palestinos más interesantes del momento. Su trabajo Palestinians Walks. Notes on a Vanishing Landscape recibió el Orwell Prize 2008, el más prestigioso galardón británico otorgado a una obra política, honor que comparte con reconocidos analistas, críticos o periodistas en lengua inglesa, como el reportero de la BBC Andrew Marr o el polifacético Christopher Hitchens. Según la propia Orwell Foundation, esta distinción va destinada a obras que se aproximan a la ambición de George Orwell de “convertir la escritura política en arte”. Otra de sus últimas publicaciones, Occupation Diaries (2012), fue asimismo seleccionada para este mismo galardón en el año 2013. A Rift in Time: Travels with my Ottoman Uncle (2010) o Language of War, Language of Peace. Palestine, Israel and the Search for Justice (2015) son otros de los títulos de este autor que decidió escribir en lengua inglesa para alcanzar a un público más amplio y cuya obra se ha dado a conocer en gran parte gracias al esfuerzo de Profile Books (https://profilebooks.com/), una editorial británica independiente que cuenta en su catálogo con autores de best sellers como Mary Beard o Simon Jenkins y que ha obtenido el premio Independent Publisher of the Year en tres ocasiones.

Hijo y nieto de juristas, Raja Shehadeh se dedicó durante muchos años a la abogacía, estudiando derecho en Londres y especializándose en los entresijos de las leyes relacionadas con el derecho del suelo y la propiedad de las tierras, en un contexto complicado, especialmente tras la guerra de 1967 y en un sistema en el que se mezclan censos y leyes de la época del Mandato Británico con las normas jordanas –cuya jurisdicción se ha aplicado durante años en parte de los Territorios Palestinos- y con las propias de Israel. En la magnífica Palestinians Walks. Notes on a Vanishing Landscape (Profile Books, 2008), el autor explica las marañas legales que típicamente envuelven las disputas por los terrenos palestinos. Los mapas que sirvieron de base al Mandato Británico –y, posteriormente, al gobierno jordano- para el registro de las tierras palestinas se sustentaron en los registros cartográficos llevados a cabo a finales del siglo XIX por el gobierno británico a través de la Palestine Exploration Fund, bajo el pretexto de investigar la arqueología, la geología, la geografía y la historia natural de la Tierra Santa y que recuerdan a los subterfugios del Imperio Británico durante el llamado ‘Gran Juego’ en Asia Central. Para Shehadeh, la controversia en torno a la planta espinosa llamada en árabe natsh representa la magnitud del escenario jurídico kafkiano en Israel. Este humilde arbusto –supuestamente utilizado para fabricar la corona de espinas de Jesucristo– ha sido protagonista de numerosas disputas legales, al interpretar los tribunales israelíes su abundante presencia en tierras palestinas como prueba de la ausencia de cultivo en las mismas y, por ende, de la inexistencia de propietario aparente, lo que permitiría su recalificación como tierras públicas disponibles para los colonos israelíes. “En las cortes militares israelíes esta hierba ha alcanzado gran popularidad. Nunca una mala hierba fue más explotada y politizada”.

Durante años este jurista convirtió la lucha contra el uso que Israel estaba haciendo del derecho de la tierra en su guerra personal. “La campiña donde crecí estaba siendo transformada a tal velocidad que apenas podía seguir los cambios (…). Amplias zonas de mis queridos campos estaban siendo valladas para imposibilitarnos el acceso. Sentí la gravedad de lo que estaba ocurriendo y estaba preparado a darlo todo por la lucha para poder frenarlo. Mi arma era la ley”. Documentó incansablemente los procesos legales que permitían la construcción de los asentamientos israelíes en los territorios palestinos,  impulsado por la creencia de que el conocimiento legal llevaría al derribo de los mismos, tanto literalmente como en los tribunales, y en el respeto del Derecho Internacional por parte de Israel. Su confianza imperturbable en el poder de la legalidad y del activismo pacífico le llevó a cofundar la Organización No Gubernamental Al Haq, afiliada a la Comisión Internacional de Juristas de Ginebra, y que fue uno de los primeros grupos palestinos de Derechos Humanos políticamente independientes y cuyas publicaciones son consideradas entre las críticas más contundentes sobre las prácticas legales israelíes en Cisjordania.

El salto de la abogacía a la escritura vino marcado por dos acontecimientos fundamentales en su vida: el asesinato de su padre y la firma de los Acuerdos de Oslo. Originario de Ramala aunque residente en Jaffa, Aziz Shehadeh fue un prominente abogado durante el Mandato Británico, llegando a ganar un pleito en 1953 contra Barclays Bank, lo que permitió a muchos palestinos acceder a las cuentas que les habían sido intervenidas por Israel. Tras la creación del Estado de Israel en 1948, se vio obligado a emigrar con su familia a Ramala, aunque siguió creyendo en la coexistencia pacífica entre israelíes y palestinos, siendo el primer palestino en diseñar un plan para la solución del conflicto basado en la creación de dos Estados. Aziz fue asesinado en 1985 a manos de un colaboracionista palestino que trabajaba para Israel, como se descubrió quince años después.

Si la muerte de su padre supone el primer golpe en su esperanza por encontrar una solución pacífica al conflicto israelo-palestino, la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993 y, especialmente, la aceleración en la construcción de asentamientos en los territorios palestinos que tuvo lugar tras el convenio, pusieron de relieve  la futilidad de sus batallas legales.  “En vez de acabar con la ocupación, los Acuerdos de Oslo permitieron que Israel retuviera la mayor parte de nuestro territorio, reanudara la construcción de asentamientos y se eximiera de la responsabilidad y el coste de administrar los asuntos civiles de los palestinos, transfiriéndolos a la recientemente establecida Autoridad Palestina”. El jurista se refugia en su casa y se dedica a escribir. “Ha llegado el momento de dedicarme a un proyecto diferente, uno que podría hacer funcionar, que nadie pudiera arrebatarme. La escritura me sostendría en este nuevo periodo”. Según explica el propio autor, comenzó a concebir la escritura como otro medio de servir a la causa de la justicia. Mientras que los informes sobre los Derechos Humanos solo podían alcanzar a un número limitado de lectores, la escritura le permitiría llegar a un público más amplio y tener, por tanto, una repercusión mucho mayor. Su empeño literario quizás tenga que ver también con un vocablo árabe recurrente en su discurso, sumud, una palabra concepto relacionada con la constancia, la perseverancia firme, y que el autor entiende como una estrategia de resistencia civil, “como un modo colectivo de desafiar la ocupación”.

Muchas de estas ideas aparecen en Palestinian Walks, la primera obra que le lleva a alcanzar reconocimiento internacional y que supone un híbrido en el que se mezclan datos jurídicos con historias personales y reflexiones provocadas por los paseos del autor a través de los campos de Ramala, ciudad en la que reside permanentemente desde 1978. Los siete paseos descritos constituyen en realidad un viaje a través del tiempo y del espacio, en el que la profundidad de los cambios sobre el terreno han alterado incluso la semántica. El uso mismo que los palestinos hacen de la forma coloquial del árabe clásico del sustantivo sarha, para referirse al acto de “deambular libremente, cuando uno quiera, sin restricciones”, pierde su significado en un paisaje en constante mutación, evanescente, en el que los lugares que el autor visitó cuando era niño como boy scout ya no existen como tal. “En dos décadas y media uno de los tesoros del mundo, este escenario bíblico que habría parecido familiar a un contemporáneo de Cristo, estaba siendo cambiado, en algunas partes más allá de lo reconocible”, como resultado de la construcción de asentamientos y sus áreas de expansión, carreteras, muros, outposts

Shehadeh es un maestro a la hora de relatar el impacto de la creación y posterior expansión de Israel en la vida cotidiana de los palestinos, sin acrimonia ni victimismo e incluso con ciertas dosis de sentido del humor “No hay lugar como Tierra Santa para hacer que uno se vuelva cínico sobre la religión”. Y es aquí precisamente donde reside la fuerza de su voz. Si la historia la escriben los vencedores, la pormenorizada descripción sobre el paisaje natural de su Ramala natal, fruto de su propia experiencia y la de sus antepasados -con su minuciosa recolección de los nombres árabes originales de cada cerro, riachuelo o manantial-, así como el detallado relato sobre la construcción de la casa y el huerto de su tío abuelo paterno en las colinas de la ciudad, demuestran la dificultad de obliterar las crónicas familiares que componen la memoria colectiva de un pueblo, al menos durante varias generaciones.

La última obra de Raja Shehadeh, Where The Line Is Drawn. Crossing Boundaries in Occupied Palestine (Profile Books Ltd., 2017), se adentra aún más en el terreno personal, aunque lo transciende, al preguntarse por el significado mismo de la amistad o, más precisamente, las circunstancias que permiten que ésta florezca y se afiance. Se trata de una reflexión sobre su amistad con Henry Abramovitch, un judío canadiense residente en Israel y que impresiona al autor con sus ideas socialistas y de progreso. Pero, ¿es posible realmente establecer un vínculo afectivo entre un palestino y un judío israelí, especialmente si este último ha emigrado a Israel en su historia reciente? A lo largo de 14 capítulos, se intenta dar respuesta a esta cuestión.

Shehadeh y Abramovitch se conocieron en 1977, durante la visita del presidente egipcio Anwar al-Sadat a Israel, la primera de un líder árabe a ese país. El autor palestino siente entonces admiración por ciertos aspectos de la sociedad israelí, como la existencia de la Seguridad Social y la educación gratuita, la organización de los kibutzs socialistas o la ausencia de formalismos en las relaciones sociales. El joven palestino se pregunta incluso si los israelíes podrían entenderle mejor que sus conciudadanos tradicionales en su búsqueda por una sociedad alternativa y tiene esperanzas en la solución del conflicto y en el papel de la izquierda israelí en alcanzarla. Las ideas seculares y pacifistas de Abramovitch, su interés por la literatura o el compartir con el autor el hecho de haber estudiado en el extranjero le hacen sentir que su amistad es más profunda de la que jamás habría podido forjar con un palestino.

La realidad política, no obstante, empieza a enturbiar sus ilusiones de juventud y a hacer mella en su amistad. Israel no se retira de los territorios palestinos ocupados tras la guerra de 1967, según lo estipulado en el tratado con Sadat y la política de asentamientos ilegales comienza a ponerse en práctica con fuerza. Henry decide establecerse definitivamente en Israel y se muda a una casa expropiada a un palestino al que no se ha pagado compensación. ¿Cómo es posible vivir en Israel y no hacerse responsable de lo que su gobierno le está haciendo a los no judíos que viven allí?, se pregunta el autor. La historia de su amistad está pues jalonada de altibajos, de recuerdos familiares –en el año 78 el autor visita con sus padres la antigua casa de su familia en Jaffa, donde ahora viven unos rumanos- y de reproches –los amigos inician una correspondencia en la que Shehadeh le recrimina a Abramovitch su inactividad ante las políticas de su gobierno. Quizás inevitablemente, los amigos se van distanciando. Los años pasan, los acontecimientos políticos se suceden –la primera y segunda Intifadas; las negociaciones de Washington en las que participa Shehadeh como parte de la delegación palestina; los Acuerdos de Oslo; el retorno a Palestina de los dirigentes de la OLP en el exilio; la expansión de los asentamientos israelíes; los casos de corrupción en la Autoridad Palestina…y los amigos se vuelven a encontrar demostrando que, a pesar de todo, su amistad es posible.

En su última obra, el autor vuelve a transitar por un tema espinoso, peliagudo, por cuanto punza uno de los nervios más sensibles de la sociedad en la que vive: las relaciones entre israelíes y palestinos, en un relato plagado de recuerdos personales y de historias familiares. Tras años de conflicto entre israelíes y palestinos y cientos de publicaciones sobre el tema, Raja Shehadeh consigue transmitir lo que quizás sólo algunos han podido materializar, un abrumador sentimiento de nostalgia por aquello que se desvaneció. No se trata únicamente de un lamento por una tierra perdida, fragmentada, transformada hasta el límite de lo irreconocible, sino una abisal melancolía por lo que fue, por lo que pudo y podría ser y por lo que, tal vez, como el propio autor teme en sus momentos más sombríos, nunca será.

Por Natalia Arce

Publicado el 17/11/17